lunes, 30 de noviembre de 2009

Cajita Feliz Llanera


La comida chatarra ha sabido conquistar el mercado de alimentos venezolano. Las cadenas de fast food en nuestro país tratan de venezolanizarse cada vez más a pesar de que en ocasiones nos dejamos deslumbrar por lo desconocido: papas fritas, hamburguesas doble carne con tocineta, merengadas de helado, pollo frito en todas sus versiones y tamaños, sándwiches de 30 centímetros con mozzarella, etc. Sin embargo, hay un nicho que aún no han podido opacar, las arepas madrugadoras.
En esta onda venezolana, las cadenas de alimento han realizado importantes experimentos, fallidos, pero experimentos al fin. Recuerdo aquella promoción de McDonald: yuca frita y guasacaca McDonald. Han llegado al punto de ofrecer las Mac Arepas en el desayuno.
Podría imaginar una situación tan sencilla como esta:
-Buenos días. Bienvenido a McDonald. ¿Qué desea ordenar?
-Buenos días. ¡Uhmmm! Una Mac Arepa con Té frío grande por favor.
-¿Mantequilla para su Mac Arepa?
-Sí. Light, por favor.
-Son 40 bolívares.
-Aquí tiene.
-Gracias y buen provecho.

Hasta ahora todo parece normal pero nunca podría faltar algo como esto:

-Buenos días. Bienvenido a McDonald. ¿Qué desea ordenar?
-¡Epa! ¿Hay pelúa ahí?
-¿Disculpe?
-Pelúa o carúpano, lo que haya.
-¿Carúpano?
-Sí vale, una arepa de chorizo.
-No señor, de esas no hay. Jamón y queso.
-Bueno. Una de jamón y queso de mano ahí y una avena.
-Señor, no vendemos queso de mano.
-¡Que peo!
-Paisa o mozzarella.
-¿Por 40 bolos? No, loco. Están pelando más bola que garrapata en peluche, papá.

Lo tradicional podría tener sus límites y algunas veces hasta ser contraproducente. Una vez fui a un KFC y sólo para variar le dije al joven de la caja que me diera medio pollo con hallaquitas y casi le da un derrame cerebral. Automáticamente respondió (en serio, no respondió en broma): Ahorita no tenemos, señor.
El pollo es digno de ser servido en todas sus modalidades criollas en estos establecimientos. Un pollo en brasas con papas fritas y un cheese cake no suena ni mal.

Pero no todo es crítica, las propuestas también son bienvenidas especialmente si satisfacen el gusto de todos los paladares. No estaría mal pasar un domingo llanero con la familia sin salir de la ciudad y sin quedar hediondo a tizón mojado al final de la tarde.
Se me ocurre crear la revolución alimenticia en estas cadenas de comida rápida: la Cajita Feliz Llanera en varios tamaños, no sólo para niños sino para toda la familia.
El contenido de dicha cajita sería representativo de nuestro llano. En primer lugar podemos degustar un refrescante Mac guarapo e papelón granizado o una Mac avena bien fría y sin dejar de lado la más sabrosa Mac chicha con ajonjolí (aunque no sea del llano cumple con el mandato criollo). Como plato principal tenemos un Mac bistecito acompañado por una suculenta Mac Morcillita crunchy con Mac Guasy (hay que agringar el nombre de la cosa para que no suene chabacano). Si quieres agrandarlo sólo tienes que pagar un poquito más pero vale la pena. A tu pedido se le agregará un Mac Chori con daditos de yuca al estilo brisas llaneras.
La diversión también cuenta y no podríamos esperar menos que entretenimiento y sano esparcimiento con nuestros magníficos juegos voladores y rastreros. La nueva colección de magic flying things te hará estallar de alegría. El kit de juego trae un hermoso saltamontes verde gigante amarrado de una cabuya de metro y medio de largo. Tu “salti” volará y saltará al ritmo de los tirones que le des al hilo. Puedes usarlo como papagayo o como método de distracción para perros y gatos. El combo es variado. Un par de escarabajos negros será lo más anhelado por esos carajitos coños de madre a quienes les gusta joder. La pelea de escarabajos atraerá la atención de niños y los no tan niños. El tuqueque también está incluido en el repertorio. Nada mejor que asustar a la tía besucona con “Tuqui” cuando llega a la casa. “Tuqui” viene en varios colores y tamaños.
Ya imagino los locales llenos hasta los tuétanos con un chill out de arpas. Los establecimientos adornados con las respectivas bolsas llenas de agua para espantar las moscas se convertirán en los nuevos espacios de encuentro familiar.
Sólo nos queda esperar la aprobación de tan ambiciosa propuesta para que los buhoneros comiencen a vender sombreros llaneros y CD’s del Carrao de Palmarito dentro del centro de alimentación.
¡Adiós corotos!

domingo, 29 de noviembre de 2009

Cosas cortantes


El filo brillante de una situación cotidiana nos enceguece de vergüenza o nos ilumina el sentido de la burla. Todos hemos sido víctimas de alguna situación embarazosa en algún momento de nuestra vida y seguramente hemos inventado la más ingeniosa respuesta para salir del apuro o simplemente nos terminamos de hundir.
Muchas veces el origen de la situación incómoda es completamente ajeno a nosotros pero tenemos que asumirla con gallardía, como aquella vez que llevé a mi pequeño perro (un bóxer) a casa de mi novia. En la sala del apartamento estaban los padres de la novia en cuestión charlando conmigo amigablemente. La mascota se encontraba retozando después de un merecido paseo por el estacionamiento del edificio; además, recuerdo que su cuerpo estaba tendido en el suelo y su interminable lengua arrastraba por toda la sala, una imagen digna de envidiar. Lo cierto es que en medio de la conversa comencé a sentir un ardor en la nariz. Los rostros de los anfitriones tomaron una forma como de ciruela pasa, ceño fruncido y nariz arrugada, sólo faltaba el respectivo “¡carajo, se cagaron!”. La verdad es que se habían cagado y no habían sido ellos y mucho menos yo, llegué a pensar que había sido mi novia pero ella se encontraba en la cocina haciendo café o algo así. ¡Fue el perro!, pensé. Pues sí señores, fue el perro. El can se había relajado demasiado y no midió su capacidad para contener las flatulencias. Obviamente no dije que había sido yo pero el perro era mío así que me tuve que calar esa pena yo solo porque la bestia ni se inmutó, seguía durmiendo como si nada.
Otras vergüenzas son heredadas como el caso de los malestares estomacales que producen diarreas de gran caudal. Digo que son vergüenzas heredadas porque todos las hemos sufrido y es una medida natural que adopta el organismo para desintoxicarnos y limpiar nuestro estómago, así que no debería darnos pena, es tan normal como decir que a uno le duele la cabeza.
Las excusas son ingeniosas en muchos casos. Si está de viaje dirá algo como esto justo después de desayunar:
-¡Ay! Se me quedó algo en el cuarto. Ya vuelvo.
Si usted va a utilizar esta excusa, asegúrese de tomar cualquier cosa del cuarto por inútil que sea, de esta forma tendrá una respuesta a la impertinente pregunta de un amigo frente a todos: ¿qué se te quedó?
Al salir de cualquier baño, revise que no se haya traído un pedazo de papel “toalé” pegado al zapato. Será la burla de todos y su credibilidad bajará en un 80%.
Tanto el perejil como la caraota en el diente ya son un clásico. Si estamos entre amigos no importa tanto; sin embargo, frente a un desconocido la cosa cambia drásticamente. Si la otra persona lo tiene, casi nunca lo decimos pero sabemos que cuando lo descubra nos va a odiar por no haberle dicho nada. Si lo tenemos nosotros es el mismo caso, sólo que ahora los de la rabia seremos nosotros.
El famoso hueco en el pantalón es el casi el peor de todos porque siempre nos enteramos por otra persona o en la casa cuando llegamos.
El estornudo con moco (sé que es fea la palabra pero qué se le hace) puede ser motivo de suicidio. Es el más inoportuno de todos y casi siempre pasa frente a alguien que podría ser posible candidato (a) para algún encuentro sexual.
La flatulencia involuntaria puede terminar en risas o en llanto dependiendo del tamaño del chalequeo. Si está con sus amigos que son unos mamarrachos seguro pasará como una simple travesura inadvertida: “eeeepa, se te fue la costura”. Si la cosa sucede en tu primer día de clase, en tu primer día de yoga o el primer día de cualquier cosa, usted amigo (a) se jodió de por vida, renuncie o múdese.
Hablar mal de alguien sin saber que hay un familiar directo de esa persona puede dar pie a una ronda de cachetadas o manotones. En este caso pasamos de la vergüenza a criticar al ofendido por picado. También pude aplicar este ejemplo a las veces en que se habla mal de alguien y lo tenemos justo detrás de nosotros.
Situaciones hay muchas y seguramente lo que puede venir es la paranoia antes de salir de casa: ¿tengo mocos en la nariz? ¿me quité todas las lagañas? ¿tengo la solapa manchada de café? ¿será suficiente papel higiénico para este malestar? No tengo medias limpias, tendré que utilizar éstas. Total, no me pienso quitar los zapatos hoy…
La mala suerte y la vergüenza están al acecho, queda de nuestra parte encomendarnos a cualquier santo milagroso para que el de la pena sea e otro y no nosotros. El lema es: mejor tú que yo.

El paltó marrón


Conocido por todos, temido por muchos. Sí, es él. Se pavonea aquel hombre hablando por celular sobre los “documentos y los contratos que hay que registrar”:

-Sí, González. Esto está listo. Mañana mismo depositamos. Son 20.000 y sin comisión.

A viva voz le hace saber al mundo que él es el tipo que resuelve, el papá de los helados, el que toca la campanita.

La hebilla del pantalón resalta tanto como su cadena de gold-filled enredada en pelos de pecho. En su mano izquierda lleva una maleta con combinación de ruedita y numeritos que se abre cuando está en 0-0-0 porque nunca supo cómo ponerle la clave. La corbata es de bacterias, del color de la salsa rosada del perrocaliente que va a almorzar frente a la plaza Miranda. Por último y no menos importante, el gran paltó marrón.
El paltó marrón es la prenda de vestir diseñada única y exclusivamente para echones, estafadores, charlatanes, leguleyos, mequetrefes, picapleitos, granujas, petimetres y especialistas en cualquier vaina y que siempre aparecen en televisión hablando sobre cómo resolver el problema del país. El portador de tan degradado diseño siempre está pelando bolas pero nunca lo dice porque a él siempre le va bien.
Este atuendo lo venden en todas las tiendas de la avenida Lecuna o en las del bulevar de Sabana Grande que todavía se niegan a morir. Ya sea flux o paltó, todos estos especímenes querrán usarlo. Los principales portadores de tan refinadas piezas son, en su mayoría, abogados, gestores, vendedores de seguro, predicadores religiosos que van de puerta en puerta, profesores de primaria suplentes, directores de escuela, porteros de ministerios, guardaespaldas de concejales, graduando de parasistema, maracuchos, entre otros del mismo género.
No hay nada más falso que un paltó marrón. El sujeto embestido con tal armadura siempre le caerá a muela: “señora, si esa hipoteca se vence, no la salva ni mayuya. Pero no se preocupe que yo lo resuelvo”.
El misterioso maletín guarda en su interior dignas piezas más falsas que un billete de a tres bolívares. El maletín contiene: un juego de cubiertos con un pote de arroz chino mediano en donde guarda las mollejas de pollo con arroz; una engrapadora de las viejísimas que parecen de remaches; hojas extraoficio que se roba de las fotocopiadora porque nadie las usa; recortes de periódico donde se ofrece dinero trabajando desde casa; un periódico meridiano; una gaceta hípica manchada de café; una chequera del banco La Guaira y un sello con unas ligas rojas alrededor.
Si usted, ciudadano y ciudadana de a pie, se topa con este individuo, cruce la calle inmediatamente, no haga contacto visual y comience a toser como si tuviera tuberculosis par que no se le acerque.
Ya sabe entonces que si llega a caer en manos de un ser como este es porque usted es bien pendejo. Así que mosca.

Noche de Tasca


Viernes de quincena.
Hora: 10:00 p.m.
Lugar: una tasca.
Misión: bailotear a una secretaria.

Son las 8:00 p.m. y suena el teléfono:

-¿Qué pachó?
-¿Qué pachó de qué?
-Mira tigre, pendiente de algo tipo tranquilo.
-Sí vale. Mañana trabajo pero no importa, puedo llegar un pelo tarde.
-Bueno. Paso por ahí en una hora.

Comienzan los preparativos para una noche que promete algo más que ir a tomarse unas cervezas en un restaurant chino mientras echas el famoso cuento “flecolita no hay”.
Los sujetos en cuestión se encuentran y planifican su jugada. Primero al Farmatodo a comprar unos chicles y un frasquito para muestra de orina porque la tía tiene que ir al CDI a las 7:00 a.m. El otro amigo pasea por la tienda mientras el vigilante lo ve con cara de “si agarras algo te jodo” sin darse cuenta de que hay una tipa comiéndose un maní japonés que estaba mal parado por ahí y que no piensa pagar.
10:00 p.m.: entran los gemelos fantásticos a la tasca y se convierten en el centro de todas las miradas. El primero en abordarlos es el mesonero, ese tipo que siempre te consigue la mejor mesa porque esa noche tú eres su mejor amigo hasta el momento en que pagas el servicio y se olvida de que cada media hora tiene que cambiarte la hielera y llevarte el fresco pal ron.
Comienza la faena. La vestimenta a veces lo es todo. Un pantalón marrón arruina el look pero el suéter cuello de tortuga que compró en traki empareja la situación. El otro sujeto es más convencional. A sus 40 años usa jeans manchaditos, ruedo por el suelo, camisa manga corta y el botón de la camisa abierto a mitad del pecho en donde resalta la medallita de la primera comunión que le regaló su tío padrino que era monaguillo.
El primer vaso de ron es para entrar en calor. Divisan las posibles presas en busca de la que esté sentada bailando sola con cara de pachanga pero que por alguna razón nadie ha sacado. Aparece una. Pregunta obligada: ¿Será la novia del dueño? ¿Es coja? ¿Es muy antipática? ¿Su marido estará en el baño o quedaron en verse allí porque están cumpliendo meses? Y pare usted de contar.
Una señora recién peluqueada ve a uno de los sujetos y comienza el típico movimiento de hombros como diciendo “y a mí qué, y a mí qué” pero con un swin que incita al baile. Nuestro cuarentón se hace el loco porque busca carne fresca.
Ahí está ella. Jean pegadito con un poquito de barriga afuera. Unas sandalias que la hacen sufrir de una terrible enfermedad llamada síndrome del pie posesivo (es cuando a la fémina se le salen los deditos de la sandalia y le quedan aferraditos al corcho del calzado, así como una gárgola). La parte de arriba de su vestimenta es el chalequito del uniforme que combina con todo.

-¡Ésa es!- Piensa él.

En el secretarial todas y todos son posibles víctimas. Ellas los buscan fornidos y/o carismáticos; ellos, bonitas, jóvenes preferiblemente y con una amiga para el pana o el primo que te acompaña esa noche.
El primer ron marca la diferencia entre lo que llamaría complejo de chapulín colorado que no es otra cosa que la vocecita interna que dice “sí lo hago” y un determinado y firme “¿bailamos?”. La víctima accede ante la convicción con la que aquel cuarentón pseudo metrosexual, quien con una mano en el bolsillo y la otra extendida hacia ella como quien ayuda a alguien a bajar de un carruaje, le hace tan anhelada oferta.
Sobreviene la tragedia. La peor pesadilla de un viernes de quincena se hace realidad. Ya es inevitable recular ante la sonrisa tímida de la bailaora que decidió hacerte acreedor de tan preciada oportunidad. Ella, la elegida entre muchas, se paró con la cartera en la mano. Sí, la cartera. La toma con su mano derecha y la deja correr sobre su hombro y no precisamente con ánimos de largarse del lugar como resultado de un gesto tuyo, no. Ella es de las que baila con la cartera encima.
Aquel galán había escuchado hablar de aquella especie pero siempre pensó que se trataba de una leyenda urbana. Todo giraba a su alrededor como en una película de suspenso mientras sentía que su amigo lo veía con ojos de desencanto.
Comienza la faena. El bailoteo en la atiborrada pista se convierte en un 24 de diciembre en el terminal de autobuses de La Bandera, cartera pa’ llá y cartera pa’ cá. Se escucha un “¡ay cuño!” bajito, que sale de la boca de una dama cuyo seno fue víctima de la temida cartera; además, cuando la gente quiere disimular no dice “coño” sino “cuño” y a veces “cuñio”. Lo peor no es eso. Aquella mujer tímida con cara de querer bailar un poquito para no aburrirse toda la noche baila más que bola e’ perro en bajada (jejejeje ese dicho se lo robé a un pana), se mueve para todas partes así como la lavadora de la casa, ésa que llegaba a la sala destilando espuma mientras veías Radio Rochela (cuando era buena).
La música no para. El DJ (de salsa, valga la redundancia por tratarse de una tasca) escogió el remix de todas las canciones de Héctor Lavoe que son más largas que la despedida de Ilan Chester. Cuando la cosa parece que se va a acabar comienza la entrada de “hay fuego en el 23” y esa mujer se pone como loca y dice: ¡Upa, pues! ¡A bailar!
El amigo, más precavido, baila con una chica que tiene lo suyo. Lo ve con cara de cómplice pero ni de vaina la suelta, no vaya a ser que el amigo le aplique el viejo truco de “¡vamos a cambiar, muchachas!”.
Ya van 9 minutos y el hielo se derrite en la mesa. Por fin la vaina se acaba y la chica lo ve así como quien no quiere la cosa y le suelta esta perla: “ay, ahora me saca otra vez. Déjame descansar. No te pierdas”.
Un trago de ron aguado sabe a champán y unos maníes salados lo traen de vuelta a la realidad, a la tasca. Después de una botella y media de destilado de caña y una voz de narrador de caballos amanecido, ya la abraza y le dice: “me gustaste desde que te vi. Qué rico bailas”.
Son las 6:00 a.m. y ya degustaron un par de arepas y un jugo de níspero para agarrar fuerza porque el café les cae mal. Ya tienen algo en común. A las 6:30 a.m. el frasquito de muestra de orina rueda por el suelo del Caprice Classic mientras él la deja en el metro de la Hoyada. El intercambio de teléfonos se hace efectivo inmediatamente. Ella parte hacia el subterráneo, despeinada y con una curita en la parte de atrás del pie porque la sandalia le aporrea. Él, sonrisa picarona, emprende la marcha a la morada para hacer entrega de la preciada carga: el potecito de orina.

Beber en Paraguaná


Si usted es de esos a quienes le gusta ir a Paraguaná a comprar la cañita para bebérsela con los amigotes después de ir a la playa o a una “discoteca” paraguanera, le recomiendo seguir estos sencillos pasos para evitar que lo violen y lo tiren en la carretera de Coro al lado de una cabeza de chivo y un pipote de basura:
-No compre caña que cueste más barato que la fabricación de la propia botella. Si una botella de whisky 18 cuesta un realero, ni siquiera intente comprar una que le cueste más barato que una pecho cuadrao porque puede tener burundanga o agua de la refinería.
-Si va a beber, trate de hacerlo acompañado de un nativo. Es muy difícil ubicarse en Paraguaná. No confíe en la posición de los mechurrios porque hay como cuatro a simple vista y nunca sabrá cuál es el que está más cerca de su casa.
-Nunca beba en un hotel paraguanero. Los hoteles de la zona cobran la caña más caro que un whisky comprado en un bodegón de Prados del Este.
-Recuerde el nombre del hotel donde se está quedando. Nada peor que preguntarle a alguien que usted crea que es nativo. Nadie es de Paraguaná. Todos son maracuchos, valencianos, gochos y hasta caraqueños.
-Si se está quedando en Carirubana NO BEBA o guarde un papelito en la cartera con el nombre de la zona y de la casa. Imagínese usted, señor lector, echarse esa curda con whisky a buen precio y después de que se haya tomado todas las generaciones de whisky en orden decreciente de edad 18, 12, 8, 4, Vat 69, etc., tratar de balbucearle al taxista el nombre Carirubana o Judibana. A continuación una representación de tal situación:

-Buuu…uueenas noooochej, mi pana. ¿Cuánto me cobras hasta Cururu…Carururu Curiru..?
-¿Pa’ donde?
-Pa’ Coori…Cororo…
-¿Ah, pa’ Coro?
-No, pana. No sé. ¿Será?
-Móntate que yo te llevo.
-Dale, pana (hic). Mira que acabo de cobrar un realero y no quiero andar por ahí con el teléfono que me compré aquí y esta curda.
-Tranquilo, hermano.

Para evitar esto, usted sólo tiene que decirle al taxista con mucha delicadeza que espere un segundo mientras usted le indica a dónde lo tiene que llevar. Saque su respectiva billetera y extraiga el papelito que le metió allí su prima antes de dejarlo en casa de su compadre.
Este simple paso marca la diferencia entre amanecer rasguñado en una cuneta con un ratón terrible y estar en su casa tomando sopita y viendo el fútbol.

The Silence of the Whales


El bombardeo mediático centrado en el consumismo puede volvernos paranoicos incluso en las situaciones menos esperadas. Un día ves un spray que hace crecer el cabello; otro día un cuchillo que pica palmeras y cables; después, un bombillo que no se rompe, etc.

La cosa es que el otro día me estaba bañando para ir a trabajar y me dispongo a buscar el champú (ahora la vaina es medio compleja porque hay champú para hombres, y si usas el otro, el tipo de la propaganda te va a decir que eres pargo), de repente me atacó el pánico al ver que había una vaina que decía champú con placenta de oveja y un baño de crema a base de esperma de ballena. Sentí el mismo temor que puede sentir una carajita que pasó el fin de semana sola con su novio mientras sus padres estaban en la parrilla del cumpleaños del abuelo en Anaco y está asustada porque no sabe si quedó preñada. Pues así fue. Sentí repentinamente aquel temor por quedar preñado y sin mi consentimiento. ¿Qué carajo puede salir de una ballena con una oveja? ¿Iba yo a servir de vientre alquilado para tal aberración de mercado? ¡Ni loco, caballo! Me vino a la mente la imagen más tragicómica de todas: una ballenita con cachitos y llena de cotufitas de lana jejejeje. Para remediar la situación y evitar cualquier aparición en un periódico amarillista decidí hacer lo que cualquier otro macho radical hubiera hecho: me bañé con jabón azul y me fui pal carajo.

Cosas del idioma


Con esta onda tropical de llamar las películas por sus nombres en el idioma de origen, hemos adquirido la maña de andar por ahí hablando desde chino-japonés (como Confucio, ya saben, el pana que inventó la confusión, el de los más antuiguos…) hasta el más correcto inglés, sin olvidar que cuando se bebe hasta los más osados se atreven a cantar en “perfecto alemán” las canciones de Rammstein.
Anyway, la cosa es que llego un día a mi casa y veo que la señora que allí trabaja (ojo no era mi mamá) estaba viendo una película y le comento lo siguiente:

-¡¿Ah, están dando Spiderman?!
- No, el Hombre Araña.
¡PLOP!

El día que un brasileño me cayó a peos


Mis amigos y yo hemos llegado a la conclusión de que todos los brasileños están locos pal carajo (como ellos mismos dirían, louco pa caralho). Son unos (as) carajos (as) demasiado felices y relajados, sin complejos y con una timidez poco desarrollada.
El escenario: una reunión con especialistas internacionales en el área energética; la víctima: yo; el victimario: un brasileño peorro.
La semana de trabajo había transcurrido sin ninguna novedad aparente. Todo giraba en un ambiente de paz y tranquilidad en el cual el brasileño y los intérpretes contaban sus historias y aventuras laborales y personales. Cada vez que el brasileño nos veía nos decía a manera de broma traduz, traduz (traduce, traduce, en portugués) debido a que la gente siempre nos dice que traduzcamos lo que se dice aún cuando no tenga que ver con ellos.
Después de una semana agotadora, por fin llega el preciado viernes. El día se hace menos pesado por el simple hecho de pensar en la respectiva salida nocturna con los amigotes que tu novia no soporta. Después del almuerzo continúan las bromas entre mi compañero de cabina y yo pero tuve que interrumpir la tertulia burlesca debido a un llamado de la naturaleza (fui a hacer pipí, mal pensados). Frente al gran inodoro de pared, ese que siempre tiene cara de que te va a salpicar sin importar a donde apuntes, relajo mi cuerpo y dejo que la naturaleza siga su curso. En ese momento de relajación que parece eterna llega nuestro amigo brasileño con esa cara de “ajá pana tas pillao” y suelta la frase del momento: traduz, traduz. Lo veo con cara de “epa viejo, ¿to’ fino?” y sigo en lo mío. Fue justo en ese instante cuando el amigo en cuestión comienza a hablar sobre las venezolanas y otro poco de cosas que no recuerdo debido a la cadena de sonidos flatulentos que salían justo al lado de su billetera mientras me hablaba. Me sentía como la gaita del puente sobre el lago de Maracaibo: “siento un nudo en la garganta y el corazón se me salta…” Llegué a pensar que él era ventrílocuo y hacía hablar a su cartera con unos sonidos que no parecían de este planeta. Terminó su retahíla de peos y se fue como quien no quiere la cosa con su cara de aquí no ha pasado nada y su billetera parlanchina.

¡Dale tú, dale tú!


En mis inicios como intérprete la Escuela de Idiomas Modernos de la Universidad Central de Venezuela me propuso trabajar como voluntario en un encuentro internacional de grupos de rescate y defensa civil. El encuentro era en una sala muy grande que por lo general se utiliza para bodas, fiestas y banquetes; el punto es que la cosa estaba llena de gente.
Al llegar me encuentro con un compañero de trabajo que me da la noticia de que no hay cabina para la interpretación simultánea sino que hay que realizar una consecutiva (modalidad de interpretación en la que se toma nota mientras el orador habla y después se reexpresa la idea planteada). Además de esa noticia me dice:
- Te toca trabajar con un carajo que acaba de llegar de no sé donde e hizo un posgrado en interpretación.
Se podrán imaginar que me sentía como cucaracha en baile de gallina.

-¡Perro! Exclamé con asombro. -Si el pana acaba de llegar de un posgrado, entonces que lo haga él y yo lo apoyo. No quiero hacer el ridículo aquí.

En eso llegó nuestro iluminado amigo y le echo el cuento de que no hay cabina y que tenemos que trabajar desde la tarima tomando nota.

-Yo tengo mucho tiempo sin hacer consecutiva, dijo.
-No te preocupes hermano. Si quieres yo me siento contigo y si falta alguna información yo te paso mis notas y resolvemos con calma.
-Está bien.

Después de hablar con los organizadores, subimos a la tarima frente a una parranda de gente y un poco de cámaras de televisión que intimidaban mucho. Le propongo a mi nuevo compañero sentarnos y preparar nuestros blocks de notas. Una vez en la tarima, la oradora se dirige al podio y nos ve con cara de ¿listo, muchachos? Con una picada de ojo le hago saber a la ilustre oradoras que estamos listos como dos mosqueteros porque el otro no había aparecido.

La oradora comienza con un despliegue de grandeza diciendo:

-Good morning…

No terminó de pronunciar la primera frase cuando el amigo en cuestión pronunció estas terribles palabras:

-¡Dale tú! ¡Dale tú!

Y se paró de la silla, se bajó de la tarima y me dejó solo ante una audiencia hambrienta de interpretación.
Rápidamente activé el chip que dice “modo de emergencia” y comencé a interpretar la ponencia de la señora. Yo estaba en una especie de shock porque no sabía si arrecharme o quedarme como pajarito en grama.
A medida que avanzaba la interpretación mis ánimos se calmaban y pensaba con más claridad; de hecho, comencé a buscar con la mirada a mi “gran compañero”. Lo ubico y me quedo más asombrado con lo que hizo, levantó su mano derecha y me mostró el súper pulgar derecho con un gesto de “dale que vas bien. Te está saliendo arrechísimo, pana”.
Desde ese día, comprendí que la mejor huída es la del mapurite: echarse un peo y salir corriendo.

Cultura (mi) general


Todos alguna vez en la vida hemos tropezado con filósofos de calle. Esta especie abunda por doquier y se caracteriza por lanzar al voleo cuanto pensamiento e imitación “fonética” de pensamientos de otros aparezca en el camino. En algunos casos no sólo son un derroche de talento filosófico sino que también se dedican a recordar canciones que nunca debieron aparecer.

Uno de estos personajes, refiriéndose a la forma como algunos actores políticos nos toman por ingenuos o por sabiondos, dijo lo siguiente:
-“…obviamente uno no se las sabe todas, ni que uno fuera un iletrado de Harvard…”

La televisión no se queda atrás. En Venezuela hay programas de alfabetización para jóvenes y adultos que no habían culminado sus estudios. En una entrevista a una persona de una de esas misiones se presentó un “cintillo” en la pantalla del televisor que decía lo siguiente:
-“Fulana de tal…analfabetizada de la misión xxxx…”

Creo que la misión la necesitaba quien escribió el contenido del cintillo.

Recuerdo también un programa de televisión en el cual la gente planteaba sus denuncias y un “juez” de cejas muy pobladas les daba consejos y además los regañaba frente a la audiencia sin contemplación.
En uno de esos programas había un señor mayor que se quejaba del problema del agua. El señor decía que vivía en la parte alta del cerro y casi nunca le llegaba el agua porque los otros vecinos abrían la llave y no había suficiente fuerza para que el preciado líquido (no es whisky) llegara a su morada.

-..pues sí, señor juez. Siempre es el mismo problema. Ellos abren la llave por allá y a mí nunca me llega el agua.
A lo que el juez responde:
-Por lo que veo es un problema de (la) gravedad.
-Sí señor juez, es algo muy grave.

El taxista no puede quedarse rezagado. Recuerdo que una vez me puse a hablar con un taxista sobre uno de los deslaves que hubo en el estado Vargas en la parte centro norte de Venezuela. El amigo del volante contaba con mucho pesar lo siguiente:
-“…todo aquello fue terrible. Recuerdo que pasé por una de las casas y todo eso quedó tapizado”.
Seguramente no llamaron a los Fab Five (unos tipos gay de un programa de TV que te arreglan el rancho y te lo ponen bien bonito) para que le tapizaran todo aquello sino que llamaron al decorador de Sábado Sensacional. Creo que el señor quería decir tapiado.

Los amantes del derecho y la abogacía son un tesoro de incongruencias y disparates lingüísticos. Una vez uno de mis tíos, en su programa de radio, entrevistaba a un señor que hablaba sobre agarrar a la gente con las manos en la masa, como se dice en criollo, para poder enjuiciarla. El señor en cuestión decía algo como esto:
-…porque la ley dice que la única forma de que eso suceda es si la persona es capturada en estado de fragancia…
-Sí, la ley contempla lo que se refiere a la flagrancia…
-…bla, bla, bla, bla…. Porque la fragancia…
-…es flagrancia.
- ajá…….la fragancia.
-F-L-A-G-R-A-N-C-I-A
-F-R-A-G-A-N-C-I-A
-Es flagrancia. FLAGRANCIA.
-Sí, bueno. Eso…porque la fragancia…

Creo que el Don tenía serios problemas de olfato y de oído. Seguramente usaba la colonia Descaro, la de Kiara (boté la cédula).

Otro caso interesante es el de la entrada de la terminología tecnológica en nuestro vocabulario. Por ahora, somos pocos los que aún nos salvamos de meter la pata al tratar de pronunciar el nuevo modelo de celular que salió al mercado o el nombre del procesador guachi guachi que trae la nueva laptop (conocida en los bajos fondos con el remoquete de latop, lacto, lapto y pare usted de contar) aunque la edad nos acose para enredarnos la lengua en el futuro.

Un fotógrafo amigo de la familia conversaba una vez con uno de mis tíos y le contaba sobre su computadora:
-…sí vale, tengo que repotenciarla. Tengo que cambiarle el clip a la computadora.
-¿El qué?
-El clip vale. El de la memoria.
-Que clip ni que nada vale, es el chip, el chip.

Y si de comprar se trata, no podemos olvidarnos de los aeropuertos con sus tiendas libres de impuesto. Una vez una tía había llegado a la casa después de uno de sus tantos viajes echando el cuento de lo que había comprado en el tutty free. De haber sido en realidad un tutty free no habría pagado nada.

Cántame algo ahí


Si usted no está familiarizado con la profesión de intérprete ni lo que este término implica en todas sus acepciones, seguramente pensará en la más común de todas: cantante (jejejejeje risa jocosa).
Mi caso particular es ser intérprete de conferencias y no cantante. Créanme que no tengo talento para cantar y lo digo con propiedad porque puedo notarlo en la cara de mis amigos cuando decido, aunque sea en juego, hacerlo. En fin, mi trabajo se relaciona con los idiomas y mi misión es, como dice un gran amigo, hablar con propiedad de cualquier tema como si fuese un experto aunque no sepamos nada de lo que se dice (jejejej otra risa jocosa).
Nunca había pensado en una posible confusión relacionada con la palabra interpretación porque automáticamente la asocio con idiomas y traducción; sin embargo, he sido víctima de sus otras interpretaciones. Una vez iba caminando por la plaza de los museos en Bellas Artes en Caracas y me encuentro de frente con un conocido. Las demostraciones de afecto no se hacen esperar entre el bullicio y el gentío que iba y venía. Nunca pensé que ser intérprete despertara tantas pasiones especialmente cuando tu amigo te dice: ¡Vaya! Qué bueno que estás trabajando en este foro. ¿A qué hora vas a tocar? No me había percatado de que portaba mi credencial que decía intérprete (la verdad decía interprete porque casi nunca le ponen el acento y creo que mi amigo tampoco lo notó). Me pregunté inmediatamente: ¿cómo sabe que toco un instrumento? Mi respuesta automática fue reír mientras trataba de pensar en una respuesta coherente que no me dejara en ridículo como cuando alguien nos pregunta: ¿recuerdas cómo me llamo, no? Y la respuesta es un contundente “por supuesto” cuando la verdad no es así. “¿Vas a cantar, no? Ahí dice intérprete” –sin acento- creo que mi cara me delató al no comprender la primera pregunta y al mismo tiempo dejó ver mi asombro y mi risa. “No, hermano (jejejeje risa jocosa) soy traductor e intérprete. Tú sabes, idiomas y esas cosas”. “Ah claro. Nos vemos” dijo con pena y cara de trágame tierra.
El hecho pasó como si nada. Siempre me reía de lo que me había pasado hasta el día en que se hizo costumbre la bendita confusión.
Un día llegué a un hotel capitalino a interpretar en una conferencia sobre asuntos bancarios, en la entrada del salón se encontraba el respectivo grupo de protocolo entregando las credenciales y revisando listas. Recuerdo haber encontrado a un amigo que cantaba en el coro de una de las instituciones invitadas y estaba apurado porque ya tenían que entrar a ensayar. Después de dejarlo, me dirijo con cara de intérprete al lugar donde se encuentra la joven de protocolo quien amablemente me recibe con un “Buenos días ¿En qué le puedo ayudar?”.

-Hola, soy uno de los intérpretes de la conferencia.
-¿Intérprete?
-Sí, de parte de fulano de tal (para no comprometer a nadie).
-¡Ah usted es de la coral! Pase señor que ya están ensayando el himno….