domingo, 29 de noviembre de 2009

Cosas cortantes


El filo brillante de una situación cotidiana nos enceguece de vergüenza o nos ilumina el sentido de la burla. Todos hemos sido víctimas de alguna situación embarazosa en algún momento de nuestra vida y seguramente hemos inventado la más ingeniosa respuesta para salir del apuro o simplemente nos terminamos de hundir.
Muchas veces el origen de la situación incómoda es completamente ajeno a nosotros pero tenemos que asumirla con gallardía, como aquella vez que llevé a mi pequeño perro (un bóxer) a casa de mi novia. En la sala del apartamento estaban los padres de la novia en cuestión charlando conmigo amigablemente. La mascota se encontraba retozando después de un merecido paseo por el estacionamiento del edificio; además, recuerdo que su cuerpo estaba tendido en el suelo y su interminable lengua arrastraba por toda la sala, una imagen digna de envidiar. Lo cierto es que en medio de la conversa comencé a sentir un ardor en la nariz. Los rostros de los anfitriones tomaron una forma como de ciruela pasa, ceño fruncido y nariz arrugada, sólo faltaba el respectivo “¡carajo, se cagaron!”. La verdad es que se habían cagado y no habían sido ellos y mucho menos yo, llegué a pensar que había sido mi novia pero ella se encontraba en la cocina haciendo café o algo así. ¡Fue el perro!, pensé. Pues sí señores, fue el perro. El can se había relajado demasiado y no midió su capacidad para contener las flatulencias. Obviamente no dije que había sido yo pero el perro era mío así que me tuve que calar esa pena yo solo porque la bestia ni se inmutó, seguía durmiendo como si nada.
Otras vergüenzas son heredadas como el caso de los malestares estomacales que producen diarreas de gran caudal. Digo que son vergüenzas heredadas porque todos las hemos sufrido y es una medida natural que adopta el organismo para desintoxicarnos y limpiar nuestro estómago, así que no debería darnos pena, es tan normal como decir que a uno le duele la cabeza.
Las excusas son ingeniosas en muchos casos. Si está de viaje dirá algo como esto justo después de desayunar:
-¡Ay! Se me quedó algo en el cuarto. Ya vuelvo.
Si usted va a utilizar esta excusa, asegúrese de tomar cualquier cosa del cuarto por inútil que sea, de esta forma tendrá una respuesta a la impertinente pregunta de un amigo frente a todos: ¿qué se te quedó?
Al salir de cualquier baño, revise que no se haya traído un pedazo de papel “toalé” pegado al zapato. Será la burla de todos y su credibilidad bajará en un 80%.
Tanto el perejil como la caraota en el diente ya son un clásico. Si estamos entre amigos no importa tanto; sin embargo, frente a un desconocido la cosa cambia drásticamente. Si la otra persona lo tiene, casi nunca lo decimos pero sabemos que cuando lo descubra nos va a odiar por no haberle dicho nada. Si lo tenemos nosotros es el mismo caso, sólo que ahora los de la rabia seremos nosotros.
El famoso hueco en el pantalón es el casi el peor de todos porque siempre nos enteramos por otra persona o en la casa cuando llegamos.
El estornudo con moco (sé que es fea la palabra pero qué se le hace) puede ser motivo de suicidio. Es el más inoportuno de todos y casi siempre pasa frente a alguien que podría ser posible candidato (a) para algún encuentro sexual.
La flatulencia involuntaria puede terminar en risas o en llanto dependiendo del tamaño del chalequeo. Si está con sus amigos que son unos mamarrachos seguro pasará como una simple travesura inadvertida: “eeeepa, se te fue la costura”. Si la cosa sucede en tu primer día de clase, en tu primer día de yoga o el primer día de cualquier cosa, usted amigo (a) se jodió de por vida, renuncie o múdese.
Hablar mal de alguien sin saber que hay un familiar directo de esa persona puede dar pie a una ronda de cachetadas o manotones. En este caso pasamos de la vergüenza a criticar al ofendido por picado. También pude aplicar este ejemplo a las veces en que se habla mal de alguien y lo tenemos justo detrás de nosotros.
Situaciones hay muchas y seguramente lo que puede venir es la paranoia antes de salir de casa: ¿tengo mocos en la nariz? ¿me quité todas las lagañas? ¿tengo la solapa manchada de café? ¿será suficiente papel higiénico para este malestar? No tengo medias limpias, tendré que utilizar éstas. Total, no me pienso quitar los zapatos hoy…
La mala suerte y la vergüenza están al acecho, queda de nuestra parte encomendarnos a cualquier santo milagroso para que el de la pena sea e otro y no nosotros. El lema es: mejor tú que yo.

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