domingo, 29 de noviembre de 2009

Cultura (mi) general


Todos alguna vez en la vida hemos tropezado con filósofos de calle. Esta especie abunda por doquier y se caracteriza por lanzar al voleo cuanto pensamiento e imitación “fonética” de pensamientos de otros aparezca en el camino. En algunos casos no sólo son un derroche de talento filosófico sino que también se dedican a recordar canciones que nunca debieron aparecer.

Uno de estos personajes, refiriéndose a la forma como algunos actores políticos nos toman por ingenuos o por sabiondos, dijo lo siguiente:
-“…obviamente uno no se las sabe todas, ni que uno fuera un iletrado de Harvard…”

La televisión no se queda atrás. En Venezuela hay programas de alfabetización para jóvenes y adultos que no habían culminado sus estudios. En una entrevista a una persona de una de esas misiones se presentó un “cintillo” en la pantalla del televisor que decía lo siguiente:
-“Fulana de tal…analfabetizada de la misión xxxx…”

Creo que la misión la necesitaba quien escribió el contenido del cintillo.

Recuerdo también un programa de televisión en el cual la gente planteaba sus denuncias y un “juez” de cejas muy pobladas les daba consejos y además los regañaba frente a la audiencia sin contemplación.
En uno de esos programas había un señor mayor que se quejaba del problema del agua. El señor decía que vivía en la parte alta del cerro y casi nunca le llegaba el agua porque los otros vecinos abrían la llave y no había suficiente fuerza para que el preciado líquido (no es whisky) llegara a su morada.

-..pues sí, señor juez. Siempre es el mismo problema. Ellos abren la llave por allá y a mí nunca me llega el agua.
A lo que el juez responde:
-Por lo que veo es un problema de (la) gravedad.
-Sí señor juez, es algo muy grave.

El taxista no puede quedarse rezagado. Recuerdo que una vez me puse a hablar con un taxista sobre uno de los deslaves que hubo en el estado Vargas en la parte centro norte de Venezuela. El amigo del volante contaba con mucho pesar lo siguiente:
-“…todo aquello fue terrible. Recuerdo que pasé por una de las casas y todo eso quedó tapizado”.
Seguramente no llamaron a los Fab Five (unos tipos gay de un programa de TV que te arreglan el rancho y te lo ponen bien bonito) para que le tapizaran todo aquello sino que llamaron al decorador de Sábado Sensacional. Creo que el señor quería decir tapiado.

Los amantes del derecho y la abogacía son un tesoro de incongruencias y disparates lingüísticos. Una vez uno de mis tíos, en su programa de radio, entrevistaba a un señor que hablaba sobre agarrar a la gente con las manos en la masa, como se dice en criollo, para poder enjuiciarla. El señor en cuestión decía algo como esto:
-…porque la ley dice que la única forma de que eso suceda es si la persona es capturada en estado de fragancia…
-Sí, la ley contempla lo que se refiere a la flagrancia…
-…bla, bla, bla, bla…. Porque la fragancia…
-…es flagrancia.
- ajá…….la fragancia.
-F-L-A-G-R-A-N-C-I-A
-F-R-A-G-A-N-C-I-A
-Es flagrancia. FLAGRANCIA.
-Sí, bueno. Eso…porque la fragancia…

Creo que el Don tenía serios problemas de olfato y de oído. Seguramente usaba la colonia Descaro, la de Kiara (boté la cédula).

Otro caso interesante es el de la entrada de la terminología tecnológica en nuestro vocabulario. Por ahora, somos pocos los que aún nos salvamos de meter la pata al tratar de pronunciar el nuevo modelo de celular que salió al mercado o el nombre del procesador guachi guachi que trae la nueva laptop (conocida en los bajos fondos con el remoquete de latop, lacto, lapto y pare usted de contar) aunque la edad nos acose para enredarnos la lengua en el futuro.

Un fotógrafo amigo de la familia conversaba una vez con uno de mis tíos y le contaba sobre su computadora:
-…sí vale, tengo que repotenciarla. Tengo que cambiarle el clip a la computadora.
-¿El qué?
-El clip vale. El de la memoria.
-Que clip ni que nada vale, es el chip, el chip.

Y si de comprar se trata, no podemos olvidarnos de los aeropuertos con sus tiendas libres de impuesto. Una vez una tía había llegado a la casa después de uno de sus tantos viajes echando el cuento de lo que había comprado en el tutty free. De haber sido en realidad un tutty free no habría pagado nada.

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