miércoles, 2 de diciembre de 2009

Justos por pecadores


El deporte era nuestro lema. La bebida sólo una excusa para dejar de hacer deporte.

Creo que era un sábado por la noche el día de la inquisición contra nosotros. Éramos tres amigos que veníamos de jugar fútbolito en la UCV. Estábamos más sucios que braga de mecánico, sudados hasta las metras pero con ganas de parrandear.
Uno de los panas le manda un mensajito a uno de sus “culitos”. La respuesta llega y es un sí abierto, sin restricciones de ningún tipo, por ahora.
Llegamos al apartamento de la chama con el atuendo sabatino que nos caracteriza: short, franela, zapatos de goma y una gorra. No teníamos ni un mísero koala para guardar las cosas.

-Hola, muchachos. Pasen. Ellos son unos amigos y unas amigas que también vinieron hoy. Por allá adentro está el novio de fulanita.
-Ah, gracias. Hola, mucho gusto- decimos todos casi que en coro.
-Están en su casa.

Nos hacemos de unas cervezas y comenzamos a hablar y a echar uno que otro chistecito para romper el hielo y disimular nuestras fachas. El novio de la fulana antes mencionada era medio pajúo, siempre nos veía con cara de “estos pajúos me van a enchavar la noche con sus chistecitos y a mí nadie me va a parar ni media bola”. Pues así fue. Nadie le paró ni media bola al pana. Los tres mamarrachos éramos el centro de atención. Había que hacer algo al respecto, pensamos que imaginó el mequetrefe ése.
Los tragos iban y venían. Un fondo musical de Bob Marley animaba el ambiente pero luego cambia a otro ritmo que no recuerdo. Pasan como 30 minutos cuando una de las carajas se va al cuarto donde está el petimetre y sale con lo siguiente:

-Chama, se perdió el CD de Bob Marley.
-Pero…si estaba sonando ahorita.
-No sé, chama.

El carajo no salía del cuarto ni por el coño. Ya sabíamos por donde venía la vaina.

-De aquí no se va nadie hasta que no aparezca el CD- dice la dueña del apartamento.
-A nosotros que nos revisen- decimos en tono jocoso a sabiendas de que no teníamos ni un bolsillo donde guardar nada.

El panorama había cambiado. La contienda era prácticamente siete contra tres y nadie daría un bolívar por nosotros. Los ánimos estaban caldeados y nos sentíamos como cucaracha en baile de gallina.

-Bueno, en serio, si quieren nos revisan.
-No vamos a revisar nada. Que aparezca el CD.

¡Ay papá! Comienzan los gritos y se forma aquel peo, caballo. Entre prendidos y rascados comenzamos a reírnos pero al mismo tiempo arrechos e indignados por la falsa acusación. Uno de mis panas trataba de calmar la cosa mientras el otro y yo les decíamos que si querían nos metieran la mano en el short para que vieran que no teníamos nada. Casi nos bajamos los shorts delante de las carajas.

-Pero revisa, pues.
-Nosotros no somos ningunos ladrones. ¿Yo tengo cara de ladrón? Dime ¿tengo cara de ladrón?

Tanto fue el peo que nos corrieron de la casa como quien corre a los evangélicos. Nos fuimos arrechos, prendidos y con ganas de joder al mequetrefe del novio quien seguramente se estaba revolcando de la risa en el cuarto. Si mal no recuerdo, descubrieron que el carajo tenía el CD y todavía estamos esperando las disculpas del “culito” de mi pana.

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