lunes, 28 de diciembre de 2009

Las primeras citas


En una relación de pareja las primeras citas son decisivas, un mal movimiento y adiós. Los nervios y la emoción nos llevan a cambiar nuestra forma de ser para impresionar a ese ser querido que nos llena el estómago de mariposas los primeros días y que después nos lo llena de úlceras.

Las cenas y los almuerzos son muy importantes para establecer esa conexión necesaria entre gustos y deleite culinario. Si el restaurant es muy costoso y refinado no debe haber mucho problema porque se trata de comida internacional, nada que un simple pollo en salsa de alguna vaina no pueda resolver. Si hablamos de algo criollo o más tradicional ahí la cosa cambia. Cuando lleguen al restaurant traten de no sentarse cerca del baño ni lejos del alcance de los mesoneros para que no pase por el idiota que tiene la mano en alto para pedir una vaina y nadie lo ve.

El menú se convierte en un tablero de estrategia mutua, tanto él como ella intentarán descifrar lo que pueden o no pedir sin que el otro arrugue la cara:

-(voz interna) Coño, qué bien. Hay mondongo. Tendré que pedir el pollo a la plancha para no pasar de chaborro.
-(voz interna) Qué rico, garbanzos. Creo que pediré la ensalada césar y la pechuga. Se va a aterrar si me meto los garbanzos.

Creo que pocas y pocos han sido los osados que se atreven a pedir una sopa de rabo o un pabellón con huevo frito acompañado de unas frías en la primera cita.

El jugo también tiene su carácter social. Un batido de fresa o melocotón es el ideal para la primera cita. El jugo de zapote o una merengada de guanábana matan la pasión en esos primeros momentos.

Las areperas son otro punto álgido. Después de una rumbita sobreviene el hambre y adivinen a dónde hay que ir. La arepera fashion lo resuelve todo mientras que la arepera regular te pone nuevamente en estado de alerta.

En la arepera fashion el queso amarillo es impelable, acompañado por el juguito de fresa. En la arepera regular las posibilidades de cagarla son muchas:

- (Voz interna) Nada como una de dominó con chicharrón y un café grande. No quiero quedar mal con la jevita. Me sale pelúa o pollito.

-(Voz interna) Si pido la de pulpo me va a dejar aquí. Aunque se ve de un rico.


Ya después de los primeros meses se muere el encanto. Aquella alma gemela se echa peo, ronca, deja el talco regado por todas partes, ya no es puntual, no se peina y se pone la misma ropa. Hasta el hábito alimenticio le cambia: come choripan, desayuna mondongo y come empanada de guacuco y un vaso de avena.

Sin importar lo que haga en las primeras citas para impresionar a su media naranja, la experiencia dice que a los meses el monstruo aparecerá con todos los hierros.

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